Hace doce años, aproximadamente, cuando nos planteamos crear
un blog para Prácticas Ciberperiodísticas de la materia de géneros
periodísticos electrónicos, mi máxima preocupación era que mis alumnos
aprendieron la diferencia entre los géneros, las diversas entradas, las
estructuras ( de la pirámide invertida al hipertexto, como reza el título de un
artículo), la escritura para la web, suponiendo que aún cuando cambiara el
soporte, no cambiaría la esencia de los medios de comunicación: ser el “mediador”
entre los hechos y el lector-radioescucha-televidente-internauta, informar con
objetividad y veracidad.
Porque eso éramos: “medios de comunicación”, éramos el vínculo,
a veces el traductor de la realidad. Dábamos sentido y contextualización de una
noticia, siempre desde una filosofía institucional que marcaba el rumbo del
periódico, estación de radio o de televisión.
Hoy, al revisar mis apuntes, me encuentro uno sobre ética
profesional y el derecho a la información y a la libertad de expresión. Todos
tenemos derecho a informar y ser informados. Me preguntaba entonces ¿qué tan
bien estamos informados? ¿Quiénes son los responsables de informar?
Sobre las responsabilidades del periodista, la ONU señalaba
hace más de 40 años, cuatro grandes rubros: con la empresa, con la sociedad,
con las leyes y con la comunidad
internacional. Asimismo, hacía una revisión de 50 códigos de ética de otros
tantos países y destacaba la objetividad, la exactitud, la veracidad o no
deformación de los hechos, condena de la calumnia y la difamación, entre otras
coincidencias.
Hoy nos enfrentamos a situaciones distintas, a medios tradicionales
que han consolidado –o están en camino de—su convergencia digital. Pero al
mismo tiempo, nos enfrentamos a un sinnúmero de emisores, prosumidores, quienes
consumen y producen “información” que no siempre cumple con los estándares
periodísticos de actualidad, veracidad, objetividad, oportunidad, relevancia.
Y hemos de lidiar con la desinformación, información
errónea, posverdad, infocracia, infodemia, un exceso de información que apela a
lo afectivo más que a la razón, de acuerdo con Byung-Chul Han (2022). Señala
que los afectos son más rápidos que la racionalidad que “genera mayor potencial
de excitación. Por eso, las fake news concitan más atención”.
Leyendo a este autor para preparar la clase, explica que los
costos de producción de la información eran sumamente altos cuando predominaban
los medios tradicionales de comunicación, “no existía una infraestructura para
la producción masiva de noticias falsas”. Sin embargo, hoy es sencillo y a
veces gratuito crear nuestros propios canales de comunicación. Y es así que nos
encontramos bots, trolls, influencers, seguidores, para crear y difundir “noticias”.
Leer (apenas voy a la mitad) Infocracia. La digitalización y la crisis de la democracia de Byung-Chul Han (2022), me ha hecho repensar qué tengo que enseñar: ¿velocidad o exactitud? Ya que, de acuerdo con el autor, "la necesidad de aceleración inherente a la información reprime las prácticas cognitivas que consumen tiempo, como el saber, la experiencia y el conocimiento."
Y viene a cuento porque una de las características del
ciberperiodismo es precisamente “las actualizaciones constantes”, algo de lo
que carecían los medios tradicionales de comunicación. ¿Cómo conservar los
principios del periodismo ante las premuras de la actualización, los clickbait
o encabezados escandalosos para llamar la atención?
¿Cómo conciliar la responsabilidad del periodista de
verificar los hechos antes de publicar con la competencia por ser el primero?
Las respuestas a estas preguntas requieren más
investigación.
Nota: la imagen fue creada por la IA creator night cafe estudio. No muy convencida, pero fue lo más cercano a lo que quería.
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