El auditorio estaba repleto de
sillas pero eran contadas las cabezas y ojos que atentos, observaban la
pantalla. Tras formarnos para un registro rápido, nos dirigimos a buscar un
lugar adecuado para observar el evento.
Los minutos comenzaron a
transcurrir y frente a nosotros, solo se proyectaba una serie de comerciales.
Uno tras otro eran repetidos sin cesar hasta que aquellos cuerpos que permanecían
rectos, fueron doblegándose hasta casi recostarse sobre las sillas.
Una hora había transcurrido, el
reloj marcaba las 10:01, cuando una mujer, diferente a todas las antes vistas
consecutivamente, apareció en la pantalla. Una franja negra surgió enseguida en
la parte inferior. Con letras blancas y velocidad rápida, las oraciones en
español se visualizaron.
Al parecer el tema había sido ya
abordado o mi cerebro aún seguía medio adormilado por la hora de total apatía,
porque sus palabras me parecían extrañas. El tema cobro sentido después. La ponente:
Trish Gorman, una mujer de piel blanca y pelo rubio, se movía confiada y
sonriente por el escenario. Con una interesante estrategia de negocios, la
doctora explico la definición, tipos y funciones de esta persona capacitada
dentro de una organización, para hacer cambios o renovaciones importantes
llamada diruptor.
Apenas comenzaba a entender con
cierta precisión de lo que se nos hablaba, cuando la imagen fue retirada y solo
permaneció el audio. Las cabezas giraban en busca de alguna explicación.
Nuevamente estábamos sentados a la espera de que algo más sucediera. Unos
minutos más y la imagen volvió; para entonces la ponente estaba ya despidiéndose
dejando el tema en el olvido.
Una mujer más apareció. Esta hubo
llamado mi atención fácilmente. A diferencia de la anterior, lucia mucho menos
despreocupada e informal. Con un sombrero, de lo que a mí me pareció tipo
vaquero, comenzó a dirigirse al público. “La humanidad completa está al borde
del precipicio”, menciono con seriedad lúgubre. Su temática me pareció enseguida
mucho más digerible. Sus minutos me parecieron más agradables al escucharla
hablar sobre temas de tanta relevancia: aumento de ácido en océanos,
inundaciones, hambruna, pérdida de selvas tan importantes como el Amazonas y aún
más, aumento en el PIB y declive en la felicidad.
Con un rostro natural, la autora
de hasta ahora, 14 libros, L. Hunter, menciono: “La clave del mundo es
encontrar historias optimistas, no una revolución”. Sin pensarlo sonreí.
Pocos fueron los momentos que
pude quedarme a partir de entonces. La hora de inicio de la clase siguiente había
llegado. Nos pusimos de pie y en silencio abandonamos el auditorio.
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