25N: Nunca van a volver a tener la comodidad de nuestro silencio

 Paola Hernández garcía


25 de noviembre, Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres, miles de mujeres salimos a las calles para denunciar la opresión y la violencia que millones de niñas, jóvenes y mujeres vivimos día a día. Violencia y opresión que se ejerce desde un sistema machista, capitalista y patriarcal que nos mantiene en un círculo vicioso de injusticia y sumisión ante nuestrxs agresores.


En México la situación solamente parece empeorar, 2 de cada 3 mujeres hemos sufrido violencia, sea psicológica, física, económica o sexual. Según cifras oficiales de Inegi, en agosto de 2022 hubo 107 feminicidios en el país, siendo esta una de las cifras más altas de lo que va del año.


Llegué a la Glorieta de las mujeres que luchan a las 12:30 del día, Paseo de la Reforma seguía abierto y toda la Ciudad de México seguía funcionando como cualquier otro día, pero no se siente como uno cualquiera. 

Da coraje que parece que nadie detiene su vida o sale de su rutina aunque sea un momento para darse cuenta de la situación, ni siquiera porque cada día se cometen aproximadamente 12 feminicidios en nuestro país, nos están matando en la cara de la gente y parece que no importa.


Al llegar a la Glorieta, me encontré con distintos grupos de mujeres y colectivas feministas. Una de ellas, "Justicia por ti, por mí, por todas, por nosotras”, organizó distintas actividades en La Glorieta, como un ritual náhuatl Tlamanalli, dedicado a las mujeres y niñas víctimas de violencia. El ritual tuvo la intención de limpiar las energías negativas y pedir protección para poder marchar. 


Al concluir el ritual, comenzó una dinámica de micrófono abierto, donde quien quisiera compartir su historia o pedir ayuda, tenía un espacio seguro para hacerlo. Fue ahí cuando conocí a Lorena Gutiérrez Rangel, mamá de Fátima y Daniel, quien con el corazón en pedazos y un megáfono en mano nos compartió: 


“Mi vida giraba en torno a mis hijos, hasta que el jueves 5 de febrero del 2015 nos cambió la vida de una manera radical. Día en que 3 sujetos –que eran mis vecinos– dispusieron de la vida de mi hija Fátima. Se sintieron con el derecho de privarla de la libertad, torturarla, violarla, cuando mi niña venía de regreso de la secundaria a las 2:40 de la tarde. Ella pasó frente a la casa de ellos porque ese era el camino habitual. Después de ese 5 de febrero, Fátima pasó a ser parte de las cifras de niñas y mujeres víctimas de feminicidio en el Estado de México.

5 años después, un 24 de noviembre en Monterrey, Nuevo León, por omisión e indolencia de 4 hospitales, mi hijo Daniel murió víctima de negligencia médica y de homicidio doloso, negar el acceso a la salud es un crimen de estado.

[...] Basta ya de guardar silencio, el silencio asesina. 

No aparecemos muertas ¡nos están asesinando!

Lorena lleva años saliendo a las calles a exigir al estado verdad, justicia, reparación, memoria y no repetición ante los dolorosos casos de sus hijos. 

Ninguna niña y ningún niño debería de luchar hasta su último aliento para preservar su vida como lo hicieron Fátima y Daniel sin lograrlo. 


Al escuchar a Lorena levantar la voz fue imposible no sentir su dolor, las lágrimas y sollozos de más de una de las presentes empezaron a salir. El coraje, la sed de justicia y el dolor se sentían en el ambiente, pero también se sintió el apoyo y la sororidad cuando al terminar de contar su historia se le acompañó a Lorena con el canto de “No estás sola” de parte de todas las que estábamos escuchando su historia.


Minutos después, más mujeres pasaron a contar sus historias, mientras que otros contingentes iban llegando a la Glorieta, que fue un punto de reunión para comenzar a marchar. Aproximadamente a las 3 de la tarde, salimos al zócalo. Nos acompañaban varios medios de comunicación y una barrera de policía conteniendo la marcha por los lados, que para ser honestas, se sentían mucho más hostiles que en marchas anteriores. 


Llegamos al Zócalo aproximadamente a las 5 y media de la tarde, al llegar nos encontramos a otros contingentes que ya estaban ahí presentes y pudimos apreciar una protesta artística: siluetas de mujeres marcadas en el suelo y un par de zapatos sobre cada una, representando a todas las que han muerto por feminicidio en el país.


Fue una marcha tranquila y relativamente pequeña, había madres con sus hijxs, grupos de amigas y varias morras que íbamos solas. Aunque, en esos momentos te sientes de mil maneras, menos sola. Marchar y gritar junto a tantas mujeres causa un sentimiento inefable: por un lado, se siente bien bonito saber que cuentas el apoyo y compañerismo de todas, pero al recordar el por qué todas nos entendemos y saber qué tenemos en común está de la chingada. 


El cierre de una vialidad es tan importante en cualquiera de los casos y si tenemos que cerrar y colapsar esta ciudad para que nos escuchen y nuestros derechos sean respetados, lo vamos a hacer las veces que sea necesario. 


Razones nos sobran para salir una vez más a gritar y exigir respeto, justicia y alzar la voz ante la impunidad. Estamos cansadas de salir con miedo, de ser vistas y usadas como mercancía.


Cansadas de ver a nuestros agresores libres y sin represalias.

Cansadas de perder hermanas, madres, hijas y amigas.

Cansadas de que las autoridades no hagan nada.

Cansadas de quedarnos calladas, de que nos quiten tanto.


Pero como bien lo dice la consigna:


Nos quitaron tanto, que también nos quitaron el miedo y nunca van a volver a tener la comodidad de nuestro silencio.


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